La educación de la
sexualidad es una necesidad que aún no logra cubrirse con calidad y efectividad
en la mayoría de las aulas, principalmente en los niveles básico y medio
superior de la enseñanza.
La
falta de información respecto a este tema acarrea consecuencias en diferentes
ámbitos, como: infecciones de transmisión sexual (ITS),embarazos no deseados, embarazo
adolescente, abortos, angustia, depresión, miedo, inseguridad, baja autoestima,
violencia intrafamiliar, explotación económica e incluso la muerte.
Siendo estas consecuencias
manifestadas en jóvenes de nuestra sociedad mexicana, resulta interesante el
análisis de conductas actuales de este sector de la población y de sus padres,
quienes conviven y, en el mejor de los casos, se responsabilizan de los jóvenes
en materia de sexualidad.
¿Porqué
decir sí a la educación en sexualidad?, ¿Para qué informar a los
jóvenes de un tema del que la mayoría de la gente no quiere hablar? ¿Qué será
mejor? ¿Informar verazmente o mantener y perpetuar los mitos, la curiosidad y
las creencias populares al respecto?
¿Que los amigos y personas
que rodean a los jóvenes transmitan sus conocimientos aprendidos o que se les
otorgue el conocimiento de forma organizada, sistematizada y fundamentada
científicamente en las escuelas a las que asistan?
“Porque
el saber siempre será mejor que la ignorancia”,
respondió una madre de familia de las quince mil que encuestó el Doctor
Álvarez-Gayou (2007). En este estudio se encontró que el 95 por ciento de los
encuestados aceptaría la educación de la sexualidad en la escuela y solamente
el 5 por ciento, no.
“La
educación como protección”, contestaron los padres de familia
frecuentemente, al preguntarles por qué aceptarían que sus hijos e hijas fueran
educados en sexualidad. También, la mayoría de los padres y madres de
familia reconocen su incapacidad y limitación en el campo de la sexualidad y
desearían que se hicieran cargo de esta educación profesionales preparados.
Ya existimos profesionales
que hacemos una especialidad o posgrado en sexología justo para abordar temas
de sexualidad de forma científica y responsable. Padres y madres de familia
dicen “sí” a la educación sexual,
¿Qué pasa con sus hijos e hijas?
Ramírez, C. y Escamilla,
I. (2003) refieren que la experiencia sexual comienza antes para los varones
que para las mujeres. El 75% de los
adolescentes hombres inician sus relaciones sexuales antes de los quince años.
Además, su primera relación sexual fue un acto impulsivo o casual en un 52% de
los casos.
En la Ciudad de México, la
realidad es que el método anticonceptivo más usado en la primera relación
sexual es el método del ritmo. ¿Y por
qué no usan anticonceptivos los jóvenes mexicanos? Ramírez y Escamilla
informan que sus encuestados respondieron: “no los usamos por falta de conocimiento”,
“por dificultad para obtenerlos”,
“ambivalencia” y “temor para discutir asuntos sexuales con los adultos”.
Los jóvenes tienen una
vida sexual riesgosa y no planeada. La ciencia ha creado métodos que disminuyen
de manera considerable las infecciones de transmisión sexual y los embarazos no
deseados. El condón es su principal
expositor. Aunque, como podemos observar, no es utilizado de forma
generalizada por nuestros jóvenes mexicanos, quienes inician y seguirán
ejerciendo su vida sexual activa a edades tempranas.
Jóvenes
llenos de preguntas, dudas e inquietudes que buscan respuesta en amigos, en
fuentes no profesionales. Jóvenes con acceso limitado a métodos
anticonceptivos, la apertura en la educación de la sexualidad es una necesidad
impostergable. Disminuir los riesgos que corren en estas prácticas poco seguras
es responsabilidad de madres, padres, docentes y profesionales del área de la
salud, quienes no podemos seguir aplazando la educación de calidad en
sexualidad.
Hay
consecuencias fatales para la vida, en muchos casos, si no brindamos la
información adecuada a nuestros jóvenes. No vale la pena evitar el
acercamiento a los métodos anticonceptivos. No estamos diciendo “tienes que
usarlo en este momento”. Estamos informando que hay herramientas y
métodos al alcance de la mano para prevenir infecciones mortales como el SIDA.
El objetivo es que los
jóvenes, en caso de que decidan ejercer su vida sexual, lo hagan preparados,
que lo hagan con el menor de los riesgos, ya que no es posible pretender que
sean seres asexuados. Sí es posible proteger y disminuir los riesgos del
ejercicio de la sexualidad.
Más
información significa más herramientas en la toma de decisiones.
Los profesionales relacionados con los jóvenes tenemos la obligación de brindar
conocimientos científicamente respaldados, los cuales distan mucho de infundir
miedo o prejuicios. Debemos acercar a
nuestros jóvenes temas de su interés que impacten de forma positiva sus vidas,
que puedan ayudarlos discernir, conocer y obtener información confiable,
cálida, respetuosa y tolerante, acorde a sus necesidades individuales.
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